Por: Aracelys Otero Torres
Relacionista Lic R 53
Con el paso de los años, mi isla se convierte en el país que jamás soñé. La Isla del Encanto, como se le conoce, se convirtió en la isla de la corrupción, de los escándalos y de la insensibilidad por parte del gobierno. Alcaldes y exgobernadores convictos o involucrados en actos de corrupción, escándalos en el gobierno en todos los niveles, cadáveres que aparecen en agencias gubernamentales e iguanas que ponen en riesgo la vida de cientos de personas por la falta del servicio de energía eléctrica, son la orden del día.
A esto se suman los altos costos en los servicios esenciales, en la canasta básica de alimentos, en medicamentos y en el acceso a los servicios educativos y de salud. Mientras esto ocurre, el gobierno de turno se caracteriza por la indiferencia e insensibilidad que demuestra con sus actos. Un gobierno leniente, en donde la impunidad es la orden del día, en donde la relación con los amigos trasciende las necesidades del pueblo, en donde impera la mentira. Esto tiene como resultado la desconfianza en quienes dirigen el país y lo que es peor, la desesperanza de un pueblo que simplemente está cansado.
¿Qué nos espera?, ¿Cuándo diremos basta ya?, ¿Cuándo el gobierno implementará medidas que beneficien al pueblo y terminen con la corrupción e ineficiencia que vive el país? Esas son algunas de las interrogantes que el gobernador debe contestar. El fin de los gobiernos es trabajar para y por la gente. Servir al país es un honor que les brinda el pueblo. Ese pueblo que anhela de sus líderes empatía, solidaridad y comprensión.
Jamás soñé un Puerto Rico donde la fuga de médicos fuera la orden del día. Donde el costo para estudiar a nivel universitario fuera inaccesible para la mayoría, donde hay escasez de vivienda. Sin embargo, al parecer la realidad descrita pasa inadvertida ante los ojos del gobierno el cual está enajenado de la cruda realidad que vive el pueblo. El gobierno solo anuncia millones y millones en fondos para infraestructura, para salud y para educación, sin embargo, nada pasa. Cada día ese mensaje de prosperidad que el gobierno intenta promover se hace sordo a los oídos de la gente.
Como relacionista veo cuesta arriba mejorar la imagen del gobierno central. Cuando los mensajes ofrecidos carecen de armonía con lo que se ejecuta, cuando la percepción generalizada es que se engaña, es bastante cuesta arriba recuperar el terreno perdido y lograr el apoyo y la confianza de los públicos. En mi rol como ciudadana, a pesar que me duele lo que ocurre, a pesar de vivir en el Puerto Rico que jamás soñé, albergo la esperanza de que mejores cosas se avecinan y que puedo aportar un granito de arena en lograr que mi isla sea un mejor lugar. La inclusión, la equidad, la solidaridad y la empatía son mi norte para regresar al Puerto Rico que soñé.