Los parásitos intestinales son una de las afecciones más comunes que afectan la salud de perros y gatos. Aunque muchas veces pasan desapercibidos en las etapas iniciales, pueden provocar complicaciones graves si no se detectan y tratan a tiempo.
Los parásitos intestinales más comunes en perros y gatos incluyen los gusanos (Toxocara canis y Toxocara cati), conocidos como Roundworms, que suelen afectar a cachorros; los Ancylostama sp y Uncinaria sp, mejor conocidos como Hookworms, que se adhieren a la pared intestinal y provocan anemia; las Taenia, que se adquieren al ingerir pulgas infectadas o carne cruda; y los protozoarios como Giardia y Coccidia, responsables de cuadros de diarrea aguda o crónica. Estos organismos habitan en el tracto gastrointestinal de las mascotas y se alimentan de sus nutrientes, lo que puede comprometer seriamente su salud si no se detectan a tiempo. Todos ellos pueden afectar a los humanos.
Las mascotas pueden infectarse de distintas formas. Ya sea por la ingestión de huevos o larvas presentes en el suelo, agua contaminada o heces de otros animales, por pulgas infectadas, debido al consumo de carne cruda o restos de animales infectados, y hasta por la transmisión de la madre al cachorro durante la gestación o la lactancia.
Los signos clínicos pueden variar según el tipo de parásito y el grado de infestación. Entre los síntomas más comunes se encuentran:
- Diarrea (a veces con sangre o mucosidad)
- Vómitos
- Pérdida de peso
- Abdomen dilatado (particularmente en cachorros)
- Letargo o debilidad
- Presencia de gusanos visibles en las heces o alrededor del ano
- Picor o arrastre del trasero (“scooting”)
Algunos animales pueden no mostrar síntomas, pero aun así ser portadores y contagiar a otras mascotas o incluso a los humanos.
El tratamiento para los parásitos intestinales varía según el tipo de organismo diagnosticado, pero en general suele incluir desparasitantes orales o inyectables recetados por el médico veterinario, así como antiparasitarios específicos en casos de infecciones por protozoarios. También puede requerirse el control de vectores como las pulgas y la repetición del tratamiento. Esto acompañado de análisis de heces para confirmar la eliminación completa del parásito.
La prevención es clave y debe basarse en programas regulares de desparasitación adaptados a la edad y estilo de vida del animal, mantener una buena higiene del entorno, evitar que las mascotas consuman restos o entren en contacto con heces, y acudir a revisiones veterinarias periódicas, incluso cuando no presenten síntomas evidentes.
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