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De profesora a estudiante del RUM: la historia de Evi De La Rosa Ricciardi

La doctora Evi De La Rosa Ricciardi, catedrática del Departamento de Ingeniería Civil y Agrimensura del Recinto Universitario de Mayagüez (RUM), obtuvo su bachillerato en Ingeniería Civil (INCI), durante la centésima undécima graduación de la institución, luego de 30 años de haberse graduado de bachillerato en Agrimensura en el RUM y ya con sus títulos de maestría y doctorado
De esta forma, De La Rosa Ricciardi fue parte de la clase graduanda de 2024, al ser una de los 62 colegiales que desfilaron de INCI durante la colación de grados.
“Después de cuatro largos años, concluyo mi Bachillerato en Ciencias en Ingeniería Civil del RUM, mientras he balanceado mis labores docentes a tiempo completo. Esto ha sido posible por la guía, ayuda e instrucción de muchos seres especiales. Primeramente, agradezco a Dios por no haberme soltado ante ninguna de las tempestades. Reconozco que aprendí mucho de mis profesores. Distingo que fue un placer tomar clases con algunos por su convicción y ejemplo en la docencia, entre ellos, los doctores Genock Portela y Pedro J. Tarafa. Igualmente, al doctor Raúl Zapata, quien fue una pieza vital para poder coordinar los horarios de clases. Y al profesor Ismael Pagán Trinidad por su apoyo, deferencia y respeto en la travesía, mientras fue director de INCI. En este último semestre, resalto la gran empatía de la doctora Cristina Pomales”, compartió De La Rosa Ricciardi.
Esta historia inició en 1988, cuando la ahora catedrática, a sus 16 años de edad, comenzó su primer año de estudios en el mencionado Departamento del campus mayagüezano de la Universidad de Puerto Rico (UPR). Ya en su segundo año, decidió que quería ser artista visual y concentró sus créditos en esa área. Sin embargo, mantuvo un curso en Geomática, que le gustó mucho, por lo que decidió optar, únicamente, por la Agrimensura.
Fue así que, en 1994, durante la octogésima primera graduación colegial, hace exactamente tres décadas, obtuvo su bachillerato en Agrimensura. Luego, en diciembre de 1995, culminó una maestría en Ingeniería Geomática en la Universidad de Purdue en West Lafayette, Indiana. Más adelante, en 2009, finalizó un doctorado en Ingeniería Civil y Costanera en la Universidad de Florida. En ese momento, se convirtió en la primera persona con un título de agrimensor profesional con un grado doctoral en Puerto Rico.
Aunque su vida colegial inició oficialmente en 1988, años antes, cuando tenía ocho, participó en una feria escolar en la que había una mesa del RUM. Allí le obsequiaron una cartuchera con la C de Colegio y el logo institucional, que se convirtió en profética y en un artículo que le ha acompañado durante su jornada universitaria.
“¡Conservo la cartuchera!”, dijo mientras la mostraba. “Ha estado conmigo desde que comencé a estudiar y en el día a día de mis 27 años como docente. También ahora estudiando este segundo bachillerato. A pesar de los retos que hemos tenido, yo seguiré siendo colegial y para mí, graduarme nuevamente de esta institución representa una marca trascendental, específicamente 30 años después de mi primera graduación”, afirmó.
La educadora relató que un evento luego del huracán María, encendió la chispa para completar ese peldaño.
“Serví de voluntaria para hacer unas inspecciones. Más adelante surgió una oportunidad de trabajo voluntario, pero con paga, con la condición de que la persona tuviera un bachillerato en Ingeniería. Aunque mi maestría y doctorado son en Ingeniería, este requisito era específico de bachillerato. Más allá de lo económico, esta situación despertó mi interés, así que acepté el reto y dije: ‘En algunos años voy a tener mi bachillerato en Ingeniería’. Tomé las riendas y el atrevimiento de tomar clases en el Departamento en el que yo laboro. Ha sido toda una aventura en el aspecto educacional, emocional y tecnológico, con todas las vicisitudes que puede tener un alumno y un profesor de esta era”, explicó.
Narró que uno de los aspectos más curiosos fue tomar clases con estudiantes a los que ella impartía cursos.
“Al principio les causaba un shock tanto a mis alumnos como a mis colegas. Por ejemplo, yo ofrecía un curso en el que salíamos a las 9:00 a.m. y en el próximo periodo estaba sentada al lado de algún estudiante al que le acababa de dar clases. Mi desventaja era tecnológica, porque ahora los jóvenes tienen muy buenas virtudes con la tecnología. Resulta que aprendí un millón con ellos”, señaló.
Puntualizó que, aunque con muchos sacrificios, el resultado valió el esfuerzo.
“Mi papá me indicó cuando era pequeña: ‘debes levantarte todos los días con la intención de aprender algo nuevo y que eso contribuya a mejorarte a ti como ser humano y a tu entorno’. Todos deben aceptar el reto de no sentarse en una silla de comodidad de ‘ya obtuve un grado y allí me quedé’. Creo que podemos hacer mucho más. Hoy en día hay tantos programas en línea, módulos a distancia, no necesariamente para obtener un grado académico, sino para expandir horizontes y, de esta forma, mejorar el planeta. Si podemos generar un mundo con mayor conocimiento, implica que vamos a tener mayor entendimiento y mejores soluciones”, concluyó la profesora, quien también es artista visual, y sus obras se han presentado en diversas exposiciones.

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