¿Cuándo fue la última vez que te sentaste en una reunión y pensaste, “estamos perdiendo el tiempo”, “no vamos para ningún lado”? ¿Fue ayer, o sólo hace unas horas? ¿Por qué esa reunión se siente tan pesada? Tal vez será porque se están haciendo las preguntas equivocadas. O, lo que es peor aún, tal vez ni siquiera saben lo que quieren resolver, y como resultado, la reunión consistió en aburridos argumentos u otras formas de comunicación en una sola dirección que fallaron en comprometer la curiosidad o intereses de los participantes.
Cuando queremos resolver una situación, ya sea a nivel personal, familiar, laboral o institucional, tenemos primeramente que definir cuál es el problema. Tenemos una situación frente a nosotros, pero ¿sabemos cuál es la raíz del problema? Tal vez sean muchas variables y la situación es compleja. Sin definir el problema y su causa, no podemos resolver el problema. Es ahí donde la curiosidad y habilidad de hacer buenas preguntas nos puede llevar al resultado que esperamos.
La utilidad del conocimiento que adquirimos y la efectividad de las acciones que tomemos dependerá de la calidad de las preguntas que hacemos. Las preguntas abren la puerta al diálogo y al descubrimiento. Son una invitación a la creatividad y ver la situación desde diferentes ángulos. Las preguntas pueden ser la clave para movimientos y acciones, que puedan causar el nacimiento del cambio que tanto necesitamos. Considera que todo lo que sabemos hoy acerca de nuestro mundo surgió porque la gente fue curiosa y se hicieron preguntas.
Preguntar “¿dónde puedo conseguir una buena hamburguesa en el camino?” motivó a Ray Kroc a crear McDonald’s, la cadena de comida rápida que se convirtió en un icono internacional.
Incluso para nosotros, hacernos preguntas tan simples como, “¿qué significa todo esto?” o “¿qué podemos hacer para cambiar esta situación?” o “¿qué no hemos pensado aún que podría hacer la diferencia?” o “¿dónde está la lección en esta situación?” puede tener un sorprendente impacto en nuestras decisiones y futuro.
La calidad de nuestras vidas la determina la calidad de nuestros pensamientos. La calidad de nuestro pensamiento, a su vez, la determina la calidad de nuestras preguntas, ya que las preguntas son la maquinaria, la fuerza que impulsa el pensamiento. Sin las preguntas, no tenemos sobre qué pensar. Sin las preguntas, muchas veces no logramos enfocarnos en la dirección correcta.
Cuando hacemos preguntas, encontramos el asunto que tenemos ante nosotros. Reconocemos lo que realmente tenemos que resolver. Estamos diseñados para aprender. Somos intelectualmente capaces de encontrar nuestro camino.
Para tener éxito en la vida, necesitamos hacer preguntas. Vamos a preguntar cuando leemos, escribimos, estamos de compras, trabajando, con amigos o buscando pareja. Sin embargo, pocas personas dominan el arte de hacer preguntas. Si queremos resolver un tema importante, recuerda, la respuesta está en la pregunta.