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Los refugiados que huyen de Ucrania se aferran a la vida y a sus mascotas

Para algunos, quizás pueda parecer superficial ante el resigo de la muerte. Pero para ellos, sus dueños, esos perros y gatos forman parte de sus vidas y se aferran a ella y a ellos en su huida de Ucrania. 

Escapar de las bombas, el horror y la muerte significa dejarlo casi todo atrás para los millones de refugiados que han salido de Ucrania en las ultimas dos semanas desde que Rusia comenzó a bombardear el país. 

Las personas que huyen de las tropas rusas lo hacen solo con lo esencial para poder llegar aun lugar seguro: documentos clave, apenas una muda de ropa, algo de comer y sus mascotas a las que se resisten a abandonar.

Lena Nesterova recuerda la hora en que su destino quedó sellado: el 24 de febrero, a las 5:34 de la mañana, cuando se produjeron las primeras explosiones en la capital ucraniana, Kiev, que indicaban la temida invasión rusa.

Impulsada por el miedo, dijo, tomo sólo a su hija, al perro, todos los documentos, y se fueron de Kiev con sólo la ropa que llevaban puesta.

“Lo dejamos todo. No tenemos ropa, nada”, dijo Nesterova, y añadió. “Y no sabemos qué habrá después”.

Su hija, Margot, de 15 años, acunaba al chihuahua de la familia, vestido cariñosamente con un puffer morado, en la seguridad de un campo de refugiados en la ciudad fronteriza de Siret en Rumanía.

Dos semanas después de la invasión rusa de Ucrania, unos 2 millones de personas han huido del país, según la Organización para las Migraciones, afiliada a la ONU, en Ginebra. La ONU ha pronosticado que el número total de refugiados podría ascender a 4 millones, convirtiéndose en la mayor crisis de este tipo de este siglo.

La mayoría ha llegado a Polonia y a otros países vecinos de la Unión Europea, que ha concedido a las personas que huyen de Ucrania protección temporal y permisos de residencia. Algunos están empezando a llegar a países más lejanos.

Más de 100,000 han llegado a Eslovaquia, y muchos planean continuar hacia la vecina República Checa, que cuenta con una importante comunidad ucraniana. Las autoridades checas están creando clases para que miles de niños reciban enseñanza en su lengua materna, el ucraniano. Muchos juegan mientras esperan con sus mascotas. 

A los refugiados se los puede ver cargar a sus gatos, a sus perros siberianos, a sus chihuahuas, sus bulldog francés, sus shitzus, sus beagles y claro, sus satos. 

Los abrazan, los besan, los cargan, los ponen dentro de sus abrigos para calentarlos o en maletas para cargarlos. Los protegen en estaciones de metro, en sótanos o en refugios. Les dicen que todo estará bien y ellos responden con lamidas de amor y meneando la cola. Poco saben de conflictos armados.  

Cientos de personas llegan diariamente en tren a la capital alemana, Berlín. Más lejos, en Italia, han llegado 10,000 refugiados, el 40% de ellos niños, muchos de ellos con sus perros y gatos. 

Ludmilla Nadzemovska viajó a Hungría desde la capital ucraniana, Kiev. Hace un mes, cuando los servicios de inteligencia de Estados Unidos revelaron la intención de Rusia de invadir el país, la mujer se preparó para lo peor: compró jaulas de viaje para sus cuatro gatos. Pero la decisión de marcharse se tomó en un instante: tras escuchar que sus vecinos habían sido asesinados por las fuerzas rusas.

“Quiero volver”, dijo, sentada en un campamento en Tiszabecs, Hungría, al otro lado de la frontera. “Pero mi prioridad es mi familia y las mascotas”.

Con información de The Associated Press. 

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