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Vaticano solicita la renuncia del obispo de Arecibo

Luego de que se conociera su inminente destitución por parte del Vaticano, el obispo de Arecibo, Daniel Fernández Torres, emitió hoy una declaración en la que afirma que es una determinación que ni él mismo puede explicarse y que no renunció porque no quiso hacerse “cómplice de una acción del todo injusta”.

 

“Cuando reciban la noticia de mi sustitución como obispo al frente de la diócesis de Arecibo quiero que sepan que no me corresponde explicarles una decisión que no puedo explicarme yo mismo, aunque la acepte con la paciencia de Cristo por el bien de la Iglesia. Tampoco les toca a ustedes juzgar aquello de lo que solo Dios y la historia harán en su momento”, señaló el prelado.

 

Agregó que “al reaccionar a lo acontecido me siento bienaventurado por sufrir persecución y calumnia (cf Mt 5, 10-11) por anunciar la verdad de la dignidad del hombre en unas circunstancias como las actuales en las que ‘resulta incómodo: se opone a nuestras acciones…’ (Sab 2, 12). Hoy puedo tener la frente en alto y aun siendo imperfecto y pecador, saber que he hecho lo correcto y eso me da mucha paz interior”.

 

“Me conforta, además, el significado en hebreo del nombre Daniel, que providencialmente recibí en mi bautismo: ‘Dios es mi juez’”, añadió monseñor Fernández.

 

Según aseguró una fuente conocedora de los hechos a la agencia peruana ACI Prensa, la destitución se haría efectiva próximamente, ante la negativa del obispo puertorriqueño, de 57 años, de presentar su renuncia.

 

Los obispos están obligados a presentar su renuncia al Papa a los 75 años, según establece el canon 401 del Código de Derecho Canónico, la ley de la Iglesia. Si lo hacen antes, debe haber una razón grave que suele ser por motivos de salud. Fernández Torres es acusado de no estar en comunión con los otros seis obispos de Puerto Rico.

 

Al menos dos factores serían los que habrían determinado la decisión de la Santa Sede. El primero, la inicial negativa del obispo de Arecibo a trasladar a los seminaristas de su Diócesis al nuevo Seminario Interdiocesano de Puerto Rico, aprobado por el Vaticano a inicios de marzo de 2020.

 

El otro factor fue la defensa del obispo arecibeño del derecho a la objeción de conciencia de los fieles católicos ante la vacunación obligatoria, en un comunicado publicado el 17 de agosto de 2021, siguiendo las orientaciones difundidas más de medio año antes por la Congregación para la Doctrina de la Fe de la Santa Sede.

 

Monseñor Fernández Torres se negó días después a firmar un comunicado conjunto de la Conferencia Episcopal Puertorriqueña que aseguraba que “hay un deber de vacunarse y que no vemos cómo pueda invocarse una objeción de conciencia desde la moral católica”.

 

Fernández Torres lamentó “que en la Iglesia donde se predica tanto la misericordia, en la práctica algunos carezcan de un mínimo sentido de la Justicia. A mí no se me ha hecho ningún proceso ni se me ha acusado formalmente de nada y, sencillamente un día el delegado apostólico me comunica verbalmente que de Roma se me pedía la renuncia”.

 

“Se sustituye ahora a un sucesor de los apóstoles sin emprender ni siquiera lo que sería un proceso canónico deberoso (SIC) para destituir a un párroco. Se me informó que no había cometido ningún delito, pero que supuestamente ‘no había sido obediente al Papa ni había tenido la suficiente comunión con mis hermanos obispos de Puerto Rico’”, afirmó.

 

Más adelante explica que se le sugirió “que si presentaba la renuncia a la diócesis quedaría al servicio de la Iglesia por si en algún momento me necesitaban en algún otro cargo; oferta que de hecho demuestra mi inocencia. Sin embargo, no renuncié porque no quise hacerme cómplice de una acción del todo injusta y que aún ahora me resisto a pensar que pueda ocurrir en nuestra Iglesia”.

 

“Esta experiencia personal, por otro lado, me ha ayudado a darme cuenta de un modo nuevo de la grave responsabilidad que tenemos todos los obispos en el gobierno de la Iglesia que es apostólica y no piramidal, sinodal y no autocrática. Creo que por bastante tiempo muchos obispos hemos estado observando preocupados lo que ocurre en la Iglesia y nos hemos resistido a creer lo que está pasando. Hoy más que nunca debemos recordar nuestro llamado a ser profetas”, prosiguió.

 

También dice que “son tiempos difíciles, pero no perdamos la esperanza. Las palabras del Papa emérito Benedicto XVI, siendo sacerdote, nos pueden animar: ‘A mí me parece seguro que a la Iglesia le aguardan tiempos muy difíciles. Su verdadera crisis apenas ha comenzado todavía. Hay que contar con fuertes sacudidas. Pero yo estoy también totalmente seguro de lo que permanecerá al final: no la Iglesia del culto político, ya exánime, sino la Iglesia de la fe’”

 

Finalmente indica que manifiesta su “comunión en la fe católica, con el Papa y mis hermanos en el episcopado, a pesar de mi perplejidad ante una arbitrariedad incomprensible. Y si, de aquí en adelante, puedo servirles en algo, declaro mi plena disponibilidad. Dios los bendiga a todos en Cristo muerto y resucitado”.

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